El centro de la mesa
Se ha ido de casa nervioso y enfadado. Habéis tenido una pelea por una tontería, como casi siempre en los últimos meses. Son esas discusiones que no se sabe cómo empiezan pero sí como acaban. Él, harto de reproches mutuos, salió por la puerta con el alma dolida. Nunca lo había hecho, nunca cruzó el umbral de casa de esa manera, con ese halo de tristeza que le rompió en lágrimas de impotencia los ojos.
Estás inquieta porque fuera, un aguacero anega caminos. Sabes que ha cogido el coche, iba nervioso y, cuando está así, sus pensamientos ocupan su cerebro. En esas condiciones es arriesgado conducir. El agua hace resbaladiza la carretera y cualquier despiste puede provocar un accidente. La lluvia arrecia. Como tu angustia. Tratando de calmarte te sirves un vaso de vino, un sauvignon que al azar encuentras en la bodega de la cocina. Quieres tener las manos ocupadas y la mente llena de algo que te impida cavilar. Preparas la mesa. Mientras lo haces, fijas tu mirada en el centro de la mesa y reparas en lo vacío que está.
Recuerdas que cuando empezasteis a convivir, ese centro siempre estaba ocupado por un antiguo candelabro de plata que te regalaron tus padres. Os gustaba cenar en la penumbra de las velas y con esa luz que irradian los ojos de los enamorados. Era en esa intimidad dónde forjabais vuestro futuro envuelto en “te quieros” y susurros que gritaban vuestro recíproco deseo. Vinieron los niños y el centro de la mesa fue cambiando de aspecto. Se llenó del balón de reglamento de Eduardo, aquél que acabó con el jarrón que te habías traído de casa de tus suegros y cuyo ‘fallecimiento’ supuso el primer enfrentamiento serio con tu primogénito. Y de las muñecas de Clara, tu hija que “siempre ha sido el vivo retrato de su padre” como a ti te encantaba repetir a quién te aseguraba lo ‘mona’ que era tu niña. Y por la noche, cuando los niños dormían, siempre el mismo ritual rodeado de silencio en ese centro de mesa. El uno frente al otro, mirándoos, comiéndoos con los ojos y vuestras manos enlazadas conquistándolo. La felicidad era eso, decíais.
Luego, cuando tus hijos crecieron, el centro de la mesa creció con ellos. Los cartabones, compases, pies de rey (maldito el nombre para una republicana como tú) de Clara, que estudió arquitectura, lo ocupaban, cuando los libros sobre “teoría económica y estadística” de Eduardo se lo permitían. Recuerdas lo lleno que estaba ese centro de mesa. La alegría lo ocupó todo cuando a tu hijo le dieron premio extraordinario en la carrera y Clara entró a formar parte en una de los gabinetes de arquitectura más importantes de la ciudad. Al recordarlo, una tenue sonrisa se dibuja en tu rostro. Vuelves a vivir las noches de insomnio de tus niños, que para ti siempre serán “tus niños”. Algunas lágrimas que lo ocuparon cuando llegó el primer desengaño amoroso de Clara, “y es que, mamá, no voy a poder vivir sin él”. Por supuesto que iba a vivir sin él, pero sabes que aunque se lo digas, no le servirá de consuelo. Solo podías ofrecerle tu comprensión, tu cariño y, el tiempo, acabaría por hacer todo lo demás curando esas heridas.
Así sucedió, Clara se casó con un “chico magnífico y muy guapo” que conoció en el gabinete de arquitectura, “es el hombre de mi vida, le quiero tanto mamá” te dijo la noche antes de casarse cuando os cogisteis de las manos en el centro de la mesa. Eduardo se marchó de casa un tiempo más tarde, una vez estuvo afincado en el trabajo y una morena de ojos oscuros como la noche, prendió en su corazón y se enraizó con su alma. “La quiero con locura y deseo que sea la madre de mis hijos, mi compañera” le dijo a su padre una noche llenando con sus palabras y su pasión el centro de la mesa. Y os quedasteis solos y el centro de la mesa se fue vaciando poco a poco.
El sonido del timbre de la puerta te saca de tus recuerdos. Tu corazón se sobresalta y empieza a latir fuertemente. “Tiene llaves”, aciertas a pensar. Abres la puerta y ahí está él, empapado por la lluvia. En la mano una rosa roja y en su cara una sonrisa que se encuentra con las lágrimas de tus ojos que, por fin, brotan. Le abrazas, lo estrujas, le besas en los labios, en un suave roce que apura la sal de las lágrimas y el dulce de la lluvia. Una mirada interrogante hacia la rosa que lleva, “es extraño que florezcan en invierno rosas con tan intenso perfume”, piensas. Como si te oyese, él dice:
- Me la dió una viejecita que encontré andando por la carretera.
- ¿Una viejecita a estas horas de la noche y con esta tormenta?, se sorprendió ella.
- Fue algo extraño la verdad. Cuando salí de casa y cogí el coche, al llegar al cruce con la calle Mayor la ví. Surgió como de la noche, de repente y llevaba algo en sus manos. Hubiese dicho que era algo metálico, porque, de pronto, en una décima de segundo, un haz de luz fue hacia el objeto. Eso me deslumbro y en un momento perdí el control del coche, patinando. Aún no sé cómo no me estampé contra el árbol del parque. ¡Estoy vivo de milagro! - Al llegar a este punto él apretaba aún con más fuerza el cuerpo de su mujer, que le correspondía colgándose literalmente de su cuello sin parar de darle besos. Continuó su relato...
- Entonces la viejecita se acercó a mí y me preguntó cómo estaba. “Bien” le contesté. Me ofrecí a llevarla a su casa, pero rehusó diciéndome algo que no acabé de entender.
- ¿Qué te dijo?
- Que si subía al coche con la noche que hacía, ella llegaría a su casa, pero yo no. “Ten esta rosa por lo amable que has sido conmigo. Sé que hoy te va a hacer falta”. Y tal como había aparecido, se fue ¿Tú entiendes algo? ¡ Seguro que me vió cómo patinaba con el coche y se asustó de que la llevase!
- Seguro que fue eso, mi amor. Anda, dame la rosa y ves a secarte que estás empapado.
- De acuerdo ahora voy. Pon la rosa en el florero de la entrada y échale una aspirina al agua que así durará más tiempo.
- Ni hablar -dijo ella sonriendo- esta rosa ocupará desde hoy el centro de la mesa.
18 comentarios
Para Malena, tiene \'casi\' nombre de tango -
Para smitilene preparando el lienzo de esta página -
Para abril_de_otoño sin casualidad en la belleza de su alias -
Para kaleidoscopio con muchos recursos -
Para rebel y su sábado emocionado -
Para Titi, dudando entre ficción y realidad -
A Brisa, en su cuento de hadas -
Para noemí sabiendo lo que es importante -
Para cielodescubierto, describiéndose -
Malena -
te visitare casi todos los dias :)
smitilene -
un beso... y una rosa...
abril_de_otoño -
sinfonias de lluvia,
una hermosa hiostoria, que historia bajo la lluvia o de una noche lluviosa puede no tocar el corazon?
bello sitio, espeor regresar pronto.
abril.
Kaleidoscopio -
rebel -
gracias por visitarme..
proximamente te enlazaré enmi blog.
Titi -
Brisa -
Un besito encantado
noemi -
cielodescubierto -
Besitos